-Cuando muere, todo el mundo debe dejar algo
detrás, decía mi abuelo. Un hijo, un libro, un cuadro,
una casa, una pared levantada o un par de zapatos. O
un jardín plantado. Algo que tu mano tocará de un modo
especial, de modo que tu alma tenga algún sitio a donde
ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol, o
esa flor, que tú plantaste, tú estarás allí. No importa lo
que hagas -decía-, en tanto que cambies algo respecto
a como era antes de tocarlo, convirtiéndolo en algo
que sea como tú después de que separes de ellos tus
manos. La diferencia entre el hombre que se limita a
cortar el césped y un auténtico jardinero está en el tacto.
El cortador de césped igual podría no haber estado
allí, el jardinero estará allí para siempre.
Podría estar todo el día sacando frases dignas de enmarcar, pero me limito a una y
recomiendo que leáis Fahrenheit 451 del maestro Ray Bradbury en cuanto caiga en vuestras manos. Son 184 míseras páginas que se acaban en un suspiro :(
1 comentario:
Cuanta razón Ray Bradbury, lo importante es ser actor de tu propia vida y dejar tras de ti algo que recuerde tu actuación, que se note que has vivido.
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