-
A principios del siglo XIX el Dr. Stubbins Ffirth estaba convencido de que la reducción de casos de fiebre amarilla en invierno indicaba que no era tan contagiosa como se creía, así que se propuso demostrarlo científicamente ¿Cómo? Pues el tipo, ni corto ni perezoso, inició su experimento practicando pequeñas incisiones en su brazo para luego impregnarlo del célebre vómito negro característico de la enfermedad. No contento con ello, y viendo al no enfermar el éxito de su teoría, procedió a beber vómitos, orines y sangre de infectados en una imparable espiral escatológica. Todo por la ciencia. Hoy se sabe que la fiebre amarilla sí es contagiosa, aunque habitualmente se transmite a través de picaduras de mosquito al entrar directamente en el flujo sanguíneo. Así que el Dr. Ffirth más que un genio de la medicina fue un tipo afortunado...