El Papa Formoso cuenta en su currículo el haber sido el único Pontífice desenterrado para regañarle. Formoso coronó emperador del Sacro Imperio Romano Germánico a un tipo llamado Arnulfo de Baviera, y esto enfadó muchísimo a Lamberto de Espoleto, quien aspiraba a la misma corona. El Papa llevaba sepultado nueve meses cuando Lamberto recuperó el control de Italia y exigió al Papa reinante, Esteban VI, que desenterrara a su predecesor y le juzgara. Fue el principio del célebre show conocido como Concilio Cadavérico, o Sínodo del Terror. En unas condiciones fáciles de imaginar, Formoso, hecho un manojo de nervios, piel y huesos, fue sentado ante un tribunal. Como es difícil sentar a un muerto, le tuvieron que atar al sillón, para que no se escurriera. Se inició un interrogatorio a la momia, que, por supuesto, se negaba a responder. Fue declarado culpable, e indigno servidor de la Iglesia. Luego vino lo de despojarle de las vestiduras, del solideo y de todos los símbolos de su reinado.
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